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jueves, 3 de julio de 2008

Votar o no votar: una cuestión de genética

Desde hace tiempo, descubrir las razones del comportamiento de los seres humanos trae de cabeza a los científicos, que cada vez descubren más genes implicados en cada una de nuestras acciones.

El último hallazgo se refiere a la participación política, es decir, a la decisión de votar en unas elecciones, que también tendría raíces genéticas y, por tanto, hereditarias.

En concreto, en el acto de ir a las urnas y depositar el voto están implicados dos de los 25.000 genes humanos, el MAOA y el 5HTT. Ambos se relacionan con la estimulación de un neurotransmisor cerebral, la serotonina, que genera bienestar, sociabilidad y confianza.

Los descubridores de esta función genética han sido James H. Fowler, Christopher T. Dawes y la psicóloga Laura A. Baker, todos de la Universidad de California. Fueron ellos quienes comprobaron que entre aquellos que tenían una modificación en el gen MAOA el porcentaje de votantes en la elecciones estadounidenses del año 2000 era mucho mayor: hasta un 53% de la variación se debía a diferencias en los genes.

Además, el 5HTT se observó que estaba relacionado con una mayor práctica religiosa.

Para llegar a esta conclusión, utilizaron los datos de un registro de gemelos idénticos (monocigóticos) y diferentes (dicigóticos) de Los Angeles. Así pudieron observar que los que tienen el 100% de sus genes iguales son más similares en su actividad política que los que comparten sólo el 50%.

Tras esta primera conclusión, los investigadores decidieron comprobar si el patrón genético se cumplía en todo el país, para lo que utilizaron los datos de un estudio sobre salud adolescente realizado entre 1994 y 2002. De hecho, este informe ya se ha utilizado anteriormente para otros estudios sobre el papel de los genes.

Y confirmaron lo que ya sabían: entre gemelos idénticos la participación política era muy similar, incluyendo no sólo el hecho de ir a la urna, sino también hacer donaciones a las campañas o acudir a mítines.

"Pensábamos encontrar que los genes tenían cierto papel en el asunto, pero fuimos los primeros sorprendidos por la magnitud del efecto genético", explica Fowler, que ha dirigido el trabajo, publicado en la 'American Political Science Review'.

Regulación del miedo

Lo cierto es que, desde el primer momento, el equipo apuntó a estos dos genes porque se sabe que tienen una fuerte influencia sobre la interacción social y la regulación del miedo.

Partieron de la hipótesis de que las personas con las versiones más eficientes de ambos irían a votar con más probabilidad, en concreto hasta un 10% según sus resultados.

Así las cosas, el determinismo genético parece tomar cada día más importancia frente a quienes postulan que la educación y el entorno en el que se vive desde la infancia es lo único fundamental.

Resulta especialmente curiosa la especialización religiosa del 5HTT, una asociación que sugiere que también la actividad social, junto con los genes, cuenta a la hora de facilitar una acción política.



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